Muchos han tratado de determinar qué constituye la tarea humana fundamental.
Para algunos es ser conocidos y para otros ser amados. Para muchos, es dejar un marca duradera en el mundo para que el impacto de la vida propia siga teniendo significación.
En el centro mismo de cada búsqueda es el sentido de que la vida humana, no importa cuán frágil o pasajera, es de gran valor y este valor es apreciado cuando la vida propia llega a ser verdaderamente consciente del otro.
Cada corazón quiere ser estimado, cada mente comprendida y cada voz escuchada.
En las páginas de las Sagradas Escrituras escuchamos que Dios dice: “Antes que te formara en el vientre, te conocí” (Jeremías 1:5), y “Con amor eterno te he amado” (Jeremías 31:3), y nos damos cuenta de que nuestro Creador nos ama más completa y profundamente que en cualquier experiencia humana.
Ese es el amor divino.
Aunque no todo gesto de amor exige una respuesta, nuestro Creador nos ama y entonces nos invita a responder.
¿Qué respuesta quiere Dios a ese amor divino?
Dios quiere que lo conozcamos y amemos. Aún más, Dios quiere vivir en nuestro corazón, pero esta invitación tiene que venir de nosotros. En último término, Dios quiere dejar una marca en nuestra vida que durará por la eternidad.
Usted está invitado a descubrir por sí mismo los ricos recursos que los adventistas del séptimo día han hallado en el viaje en respuesta a la invitación divina.